«De un modo más personal, fotografío aquellas cosas elevadas a la categoría de “entes” o de “fetiches” porque me mantienen ligada a las personas que considero más importantes dentro de mi vida. Esas piezas (por lo general de pequeño tamaño, incluso efímeras en algunas ocasiones) se almacenan de manera mecánica en diferentes rincones de mi habitación, pero cuando llega el día de hacer limpieza soy incapaz de desprenderme de ellas. Me supone un verdadero trauma porque al observarlas me vienen a la memoria el recuerdo de cómo llegaron a mi; en definitiva acaban encarnando a la persona que me lo dió.. »
I. De la serie «Convirtiéndo a Diógenes en un fetiche», 2010.
que recuerdos… aquellos días en que la niña de los fósforos (como aquel cuento) no paraba de encender cerilla tras cerilla, provocando un olor agradable para unos e insoportable para otros jejeje.
al encender un fósforo la niña creyó verse en un gran salón en el que los sillones formaban un círculo donde conversarian sus portadores largas horas a la luz de las velas sobre la mesa. Una tras otras, las noches acotencían igual…la niña guardaría esas mágicas cerillas para recuperar esa compañia.
[muy bonito el cuento]
una cosa es hacer limpieza de objetos y otra limpiarse los recuerdos. se podría abrir un álbum al efecto, con los objeto-recuerdos más preciados, en lugar de tenerlos todos desparramados por ahí, en cualquier cajón. aunque no tendría la misma magia, la verdad.
me parece muy buena idea raul, habrá que patentarlo!!! Pero como tu dices, la gracia esta en toparte con ellos.